Capítulo II: La libertad de saberse atrapado.
“Un hombre nace con
libertad, pero esa libertad se destruye cuando el mismo hombre se la impide”
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-Di Salvo- silencio.
-Di Salvo- silencio.
-¡Kilyann!-; -Eh, disculpe, estaba un poco distraído-.
-Usted siempre se distrae jovencito. ¿Por qué
no se parece más a su hermano mayor?-.
Esta era la historia sin fin de Kilyann,
siempre comparándolo constantemente, atacándolo por no haber escogido un camino
honorable en la vida como Adler.
Cada vez que deseaba gritar, protestar por lo
injusto de la situación, simplemente lo callaban y decían que no tenía la
suficiente madurez para elegir por sí mismo; ni siquiera le preguntaban si
estaba de acuerdo o no, solo aceptaba resignadamente las decisiones que tomaban
por él.
-Te espero a las 3:00 pm, vienes directamente
a la casa Kilyann-; -Sí papá- suspiro. Se abre la portezuela y baja del coche.
–Adiós-.
-Al fin solo, por lo menos en la escuela
estoy lejos de casa; pero no me va mejor que haya.
¡Qué diablos! Hoy no iré a la escuela- pensó.
Aunque sabía que le iba a costar una fuerte
discusión con su padre por haber faltado a sus clases.
Camino en dirección contraria al Instituto y
tomo una ruta corta hacia el parque, le gustaba recostarse en el pasto y
observar el cielo
-Como me relaja ver el cielo, observar las
caprichosas formas que hacen las nubes, ni hablar de las aves, van y viene
hacia donde deseen; desearía ser como ellas-. Cerró los ojos y en cuestión de
segundos, estaba totalmente dormido.
Mientras tanto en su casa…
Dentro de un enorme despacho, se encontraba
Georges Di Salvo, absorto en un libro gigante con múltiples cuentas.
Era un señor de aproximadamente 50 años,
contador de profesión, viudo desde hace 12 años.
Empezó a sonar el teléfono. -Ring, ring-
-¿Quién será tan temprano?- descolgó el
auricular y contesto
-¿Bueno, qué desean?-
-Disculpe las molestias señor, soy el
Director del Instituto Charles Dickens; le informamos que su hijo Di Salvo no
entro a clases y como nos pidió que lo mantuviéramos constantemente informado
sobre él…-
-¡Qué!, si personalmente lo dejo todos los
días enfrente. No se preocupe, gracias por avisarme. Hablare con él cuando
llegue a casa. Hasta luego-
-Hasta luego- y colgaron.
-De esta no se salvara, siempre quiere
tomarme el pelo, pero ya verá cuando regrese- pensaba sumamente enojado Georges
En el parque…
-Aummm- bostezo el muchacho
-Descanse muy bien, ya necesitaba despejarme
un rato.
Por cierto, ¿qué hora es?- reviso su reloj. –
¡Ya es la una!, es hora de ir a casa- se paro y empezó a caminar a la salida
del parque
Continuará…
Una enorme disculpa por haber subido apenas
el segundo capítulo, pero las ideas no llegaban, no es una excusa, pero
cualquiera que se dedique a escribir sabe lo que es un bloqueo de inspiración.
Sin más que decir, hasta la próxima.
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